lunes, 29 de enero de 2007

Porno Jodorowsky




Una amiga me llama al celular medio extasiada y me dice que Jodorowsky dirigió una porno. A mi la noticia no me sorprende para nada, de él espero cualquier cosa, pero insiste y me pide que nos juntemos. Llevaba media hora esperándome en un café del centro y apenas me vio, puso cara de saber el secreto más grande de la historia artística de nuestro país.

Desde hace tiempo que se viene obsesionando con el porno, como si hubiera descubierto en este género la belleza que nadie cree que tiene. Colecciona revistas, libros y películas pertenecientes a distintas épocas de este peculiar estilo y trabaja en un libro sobre la evolución del porno desde sus inicios hasta nuestros días.

Me viene comentando acerca de esta fascinación, desde que en la Universidad, le hice una entrevista a Leo Barrera, un guatón de bigote, que se jacta de ser el primer director Porno de Chile, y que se convirtió en celebridad, al dirigir las primeras cintas pornográficas del País. A mi pesar, tuve que ver las primeras cintas de Barrera, con las actuaciones de su pareja Reichell, la primera pornostar chilena, filmes que provocan una extraña pena, ya que, más que una cinta porno, parecen reivindicar al cuerpo imperfecto, las panzas abultadas, la celulitis, las tetas caídas y los penes pequeños.

Pero ella me dice que el gordo Barrera ya no es el primer director Porno Chileno, debido a que varios años antes, Alejandro Jodorowsky ya había incursionado en este tipo de cine. Yo pensé que ella estaba considerando que su forma de hacer cine era Pornográfico, pero se encargó de aclararme que existe una película de Jodorowsky netamente Porno.

Debido a sus contactos, para obtener material de este tipo, conoció a varios dueños de cines triple X que le fueron contactando con personas que poseían latas de películas, hasta que se enteró de la existencia de un sujeto que tenía una supuesta cinta porno dirigida por el propio Jodorowsky.

Le dije que era tan poco probable que Jodo hubiera dirigido esa cinta, y conociendo el ego del inquieto artista no hubiera dudado en reconocer su participación en un filme de ese tipo. La única forma de comprobarlo es verla, me dice ella, con cara de detective privado y saca una tarjeta de su billetera que tiene un apellido y un teléfono.

Toma su celular y marca. Habla con el tipo y quedan de juntarse el domingo en el Persa Bío-Bío. Me mira con cara de perro abandonado y me pide que la acompañe.

Nos vamos a su departamento y me muestra su colección XXX, que debe contener gran parte de sus sueldos ahí. Luego me pregunta qué películas de Jodorowsky no he visto y le digo que sólo he visto dos. Desaparece en las piezas y me quedo hojeando con un libro sadomasoquista que debe ser de los años 30. Vuelve con una bolsa con todas las películas del director en DVD.

Nos quedamos toda la noche escribiendo sobre gestos y tomas recurrentes del universo Jodorowskiano, como afronta la sexualidad y cuál es definitivamente su estética, creyéndonos por algunas horas, licenciados en apreciación cinematográfica.

En el Persa buscamos al sujeto de la tarjeta, recorremos los galpones hasta dar con un local de videos de culto, que gozó de la gloria durante los noventa, pero que a hora se quedó obsoleto por la culpa de You Tube.

Un cabro metalero nos atiende y nos dice que el hombre que buscamos viene enseguida. Yo dejo de creerme “el querido Wattson” y empiezo a sentirme como la gente estúpida que aparece estafada en algunos capítulos de “Aquí en Vivo”.

Un tipo moreno y de rasgos orientales es el que buscábamos, nos saluda distante y nos dice que lo acompañemos a la bodega para ver la película. Ella me pide que por ningún motivo desertemos y parece tranquila.

Nos subimos al auto del tipo y nos lleva a unos departamentos que quedan a unas pocas cuadras del Persa. Subimos al tercer piso y entramos a su guarida. El living está lleno de cajas de cartón, nos sentamos en un sillón todo roído frente a una tele que está conectada con un VHS. El hombre trae una lata de cine que tiene el rótulo “Jesucristo de Alexandro Jodorowsky” y luego nos muestra una copia en cinta para que veamos, pero nos dice que solo tenemos veinte minutos, que no podemos ver más ya que, es un objeto de culto al que muy pocos tienen acceso y es su principal joyita.

Mete al cassete al equipo y mi amiga se emociona. Comienza la cinta con una tipografía que dice “Jesucristo” e imágenes de una figura de yeso del icono religioso que se combinan con partes del cuerpo de una chica. Mi amiga esta nerviosa y adelanta, hay unas mujeres hablando en italiano y se visten como en los años 70. Hasta el momento, el filme no parece diferenciarse de una porno de esa época, hasta que una mujer enferma es penetrada por un sujeto vestido igual a Cristo. Mi amiga aplica poder de síntesis y en una escena de exterior se muestra el puerto de Valparaíso o eso creemos nosotros. Luego la película sigue con polvos de Jesucristo y mujeres que le piden milagros, escenas donde las chicas se tragan el semen dorado de dios.

Los veinte minutos se nos hacen cortísimos. El tipo nos dice que la lata tiene un precio de un palo, recalcando que es casi un regalo para una película de este tipo. Mi amiga se convence de que el filme es del Chileno, aunque yo opino que es la creación de algún italiano que vino de vacaciones a Valpo y grabó la cinta, su capricho con la religión.

El dealer nos deja en la puerta y nos comenta que la película se exhibió clandestinamente en la dictadura y que muy pocos saben de la existencia de esta copia.

Ella me mira y me dice que se puede conseguir un millón de pesos con un amigo. Le digo que no sea tan crédula y que lo consulte con alguien. Luego me acuerdo que tengo el teléfono de Alejandro Jodorowsky, lo saqué de la agenda de la Sociedad de Escritores de Chile, cuando trabajaba ahí.

33-1-43284206. Esperamos que anochezca en sofisticado bar del centro, luego nos metemos a un ciber café con cabinas telefónicas y ella marca. Atiende una mujer, luego habla el Viejo que le recomienda que por ningún motivo compre la cinta, que no sea gueona, porque no la filmó él.

lunes, 22 de enero de 2007

UDI anuncia crear comisión anti-suicidio.



1. Una anciana intenta quitarse la vida por tercera vez, con el gas de la cocina. No le resulta. Había dejado una carta en la que no quería que su conductor de noticias favorito leyera la noticia de su suicidio.
Una poeta estadounidense hornea uno panecillos para sus hijos y se queda con la cabeza dentro del horno, hasta que su esposo, también poeta, la encuentra.

2. Otra anciana se toma una mezcla fatal entre alcohol y pastillas. Sí le funciona. Le había dicho a sus amigos que le echaran perfume a la hora de su muerte, salió en Las Últimas Noticias.
Una poeta argentina se mata con una droga/veneno varios años antes.

3. Mi compañera alemana me pregunta que hay de cierto con que todos los artistas chilenos se terminan matando, yo le digo que es cierto, Violeta Parra se disparó, Pablo de Rockha se pegó un balazo en la boca, su hijo Carlos lo hizo con la misma pistola, Rodrigo Lira se voló los cesos…. Pero tampoco es tan cierto, a todos los artistas chilenos los termina comiendo alguna enfermedad o mueren de una forma trágica.

4. Una niña se ahorca aburrida de los recurrentes insultos que recibía en su fotolog. Después de muerta, seguían dejando post que le deseaban lo peor en la otra vida.

5. El año ante pasado, un cabro de clase alta salió de su casa con una polera de Radiohead Kid A y descalzo. Sus amigos empapelaron Santiago con su cara y hasta le hicieron un fotolog para encontrarlo antes que se auto eliminara, pero el cabro de clase alta nunca volvió.

6. Un joven se ahorca en Calama, su padre lo encuentra colgado en el patio.
En Antofagasta una niña de 7 años se cuelga con un cordel porque no la dejaron andar en bicicleta.
El Tila, el reducto de una sociedad de mierda se ahorca en la cárcel con el cable de una maquina de escribir.
El vocalista de joy division se ahorca, no sé sabe porqué, pero sale después en una película.

7. Hay un puente en Aysen. No son pocos los que se han tirado de ahí.

8. Leo Caprile conversa con una sicóloga en su matinal. El padre de un suicida le dice que su hijo había terminado con su polola.

9. En el 94 un roquero rubio se dispara.
El 2007 un cabro de Antofagasta hace lo mismo con una Taurus de 38mm.

10. Mi compañera Alemana me pregunta cuantos fueron los presidentes de Chile que se dispararon.

11. Un cantautor indie se entierra un cuchillo en el corazón. Un escritor japonés se entierra una espada en la guata. Una ciber estrella de pop japonés aprieta un botón para dejar de existir. Una fan de la ley se corta las venas porque cree que nunca va a conocer a Beto Cuevas.

12. Eduardo Miño se prende fuego frente a la moneda para concientizar sobre las victimas del asbesto. Una bandita de mierda le hace una canción que increíblemente parece una canción feliz y no un homenaje al mártir del Estado que suele culearse a la clase trabajadora.

13. Mi hermana menor mira desde la ventana a un tipo que se está tirando de un edificio.
Los conductores de metro tienen que ir a terapia permanentemente, luego de ver como se destrozan los cuerpos que se lanzan contra los vagones.
Un ex general se tira del piso de un piso 18, cansado de los juicios en su contra por violaciones a los derechos humanos.

14. La UDI decide formar una comisión anti suicidio.

15. Matarse no pasa de moda.

martes, 16 de enero de 2007

Cazadora de Latin Lovers.


¿Qué hace una blonda española esperando micro, en el paradero de buses fuera a la estación de metro Escuela Militar?. ¿Qué busca Anita María Lozano, con un pañuelo sobre su cabeza, un vestido gucci y unas converse rosadas, intervenidas por el artista del momento de la movida madrileña?. Se sube a la 620 junto con todos los obreros que vienen de la periferia, dígase La Pintana, Puente Alto, Maipú, La Cisterna, etc. que van a trabajar para la clase dominante.

Entre las nanas peruanas y obreros, que intentan cerrar los ojos antes de llegar a su destino, Anita María los observa, saca cuidadosamente su cámara digital que debe costar más de dos millones de pesos chilenos y dispara.

Algunos pasajeros mirones la descubren, y piensan que quizás es una socióloga o una fotógrafa con preocupación social, que quiere evidenciar el testimonio más claro de la lucha de clase en Santiago, El transporte público, que será modificado por ejecutivos que nunca en su vida han andando en micro, y que obligarán a los obreros y las nanas tomar dos o tres locomociones. Pero Aníta María no está haciendo ninguno de esos trabajos, sólo sigue a sus modelos.

Más tarde Anita se junta en una cafetería de estilo estadounidense con la periodista de una revista de modas que le pregunta cómo es trabajar con Aghata Ruiz de la Prada, con Almodóvar, cómo fue la experiencia de ser asistente de fotografía en el libro Erótica de Maddona, y Anita no duda en contar con todo el encanto que hay en ella, las anécdotas de un jet set de verdad.

Luego pasea por un Mall, pero no parece interesarse por nada y su camarita permanece guardada en su cartera. Asiste al snobista programa de tv de una malhumorada conductora y vuelve a repetir las mismas anécdotas que le dijo a la periodista de la revista. Luego le pide a la producción del programa que la deje fuera de una obra en construcción.

Los obreros terminan sus faenas y se van a las duchas. Se pasean con el pelo estilando sobre la tierra con toallas de monitos amarradas a la cintura y hawaianas. En los camarines les espera Anita, con una cámara un poco más grande y les pide si pueden posar para ella entre una avalancha de piropos que solo hacen sonreír a la española.

Algunos se burlan, otros les hacen caso y posan con sus caras duras y sus manos gruesas. Después Anita les pregunta si los puede fotografiar vestidos con las ropas con las que regresan al hogar y ellos desfilan tímidamente con sus coloridas poleras sin mangas, sus bolsos deportivos, sus zapatillas empolvadas, sus jockey, sus pantalones que no se sabe si son short o pantalones y sus caras duras, sus cuerpos duros ennegrecidos por el sol o la tierra.

Luego los obreros de se van pasados a colonia barata y duermen en la micro o en la línea 4 del metro.

Anita regresa al hotel, se ducha y se pone otro vestido que parece un jumper de “Frutillita”. Llama por teléfono a un Fotógrafo chileno y pide un estudio. Se tira a la cama a revisar las fotos almacenadas en su cámara y exclama “ Vaya, que en este país si hay Latin Lovers”.

Luego Saca un portafolio donde aparecen series de retratos de cuerpo completos de Marroquis ilegales que residen en París. Compara los retratos, la intención de las miradas y al parecer no son tan distintos. Después se pone a especular acerca del tamaño del pene que deben tener los chilenos.

En seguida comenta que algunas fotógrafas chilenas se van a Europa hacer lo inverso que ella. Se meten a los lugares que suele polular la clase acomodada española y fotografían a hombres y mujeres cool. Luego vienen a Chile y les venden las imágenes a las casas de ropa. Después agrega que los diseñadores chilenos son unos gilipollas incapaces de fijarse y sacares partido a los hombres chilenos, y hacen una moda masculina pensada en el hombre gay.

Anita quiere ir a un bar, invita a un bar, pero se aburre en el bar con los fotógrafos fashion de Santiago que llegaron a sentarse junto a ella, a sacarle anécdotas de Maddona. Pide que la vayan a dejar al hotel.

Le pregunta a un periodista joven donde están los latin lovers chilenos en ese momento y él le dice que durmiendo, porque en unas horas más se tienen que despertar para ir al trabajo. Luego anota un dato que sugiere el jóven, que parece interesarle. El dato es de los recolectores de basura y el muchacho se imagina a los tipos más hediondos de la ciudad, retratados en los catálogos más sofisticados de la moda europea.

La fotógrafa y el chico se van al hotel, pero ella se da cuenta que no es como los latin lovers que fotografió aquella tarde. Beben hasta que sale el sol y las micros comienzan a pasar.

domingo, 7 de enero de 2007

El Nazi de los Nazis.





Algunos medios de comunicación hicieron creer que el año pasado los nazis estaban de moda. Puede Ser. Si hasta en la muerte de Pinochet fueron unos pelados a hacerle un gesto que Pinocho no hubiera comprendido en vida.
Quizás este año José Miguel López salga en las portadas. O talvez no, y sólo sea una intuición mía, ya que estoy impactado con su figura, e imagino titulares amarillistas donde lo implican como autor de duras golpizas en contra de neonazis chilenos.

José Miguel no es un Sharp, o sea, no pertenece a esa extraña tribu urbana que detesta a los skinhead pero que se visten idénticamente a ellos. Nada que ver. José Miguel López es un joven que si uno ve en el metro, solo piensa en un cabro que no ha ido a la peluquería en años, que pasa mucho tiempo frente al computador, y no que es el Nazi de los Nazi, un tipo que admira tanto la obra del tristemente célebre Hitler, que afirma que los neonazis chilenos son una aberración para ese movimiento político.

Cuando conocí a José Miguel, aún no se hacía llamar José Miguel López. Lo conocí con otro nombre, supongo que su nombre verdadero, al igual que todos los que en ese entonces asistíamos al taller de Poesía de un connotado poeta ochentero. José Miguel era un cabro bastante silencioso, pero siempre nos acompañaba a beber a las ratoneras que solíamos frecuentar y vivía mostrando sus poemas, que eran relativamente buenos, pero que pecaban de una solemnidad bastante extrema para esos tiempos donde todos queríamos ser un clon de Ginsberg, Rodrigo Lira, Bukowski o Kurt Cobain. Después el José tuvo que hacer el servicio militar y supimos de él hasta que un amigo lo encontró en otro taller, de otro poeta ochentero.

Según mi amigo, José Miguel traía esa cara de abducido, de todos los que la pasan mal en el servicio, y sus nuevos poemas hablaban de los milicos, del fürer y de una Villa Grimaldi que a ratos se parecía más a Auschwitz. Luego volvió a desaparecer hasta que me lo encontré esta semana, en el metro nuevo que hicieron para los pobres.

Nos saludamos afectuosamente, me mostró una carpeta llena de poemas, y me invitó a tomar una cerveza a un bar cerca del Plaza Vespucio. Pensé en “Estrella Distante” de Bolaño, que cuenta la historia de un poeta que entra a la fuerza aérea, se convierte en asesino, pero también en un tremendo poeta que escribe con un avión que tira humo en cielos chilenos días después del golpe del 73.

José Miguel paga las cervezas y me regala cigarros, mientras leo atónito sus poemas que parecen escritos por un Zurita fascista, donde aparece un cristo ario y se habla de un holocausto mapuche.

José Miguel me mira con intensos ojos cafés y me empieza dar miedo, aunque me autoconvenzo que no es un loco, o no es un loco de esos que anda con una pistola o un cuchillo del ejército.

Me dice que ha llevado su obra hacia otros formatos artísticos. Quiere presentar una muestra de sus “video arte” que incluyen un registro donde le grita “Homosexuales” a unos Skinheads de Maipú vestido de Adolfo Hitler y el más controvertido donde lo muestran vestido de mujer, golpeando con un bate de béisbol a unos neo nazis que no deben tener más de quince años. Yo le creo porque me muestra impresas las imágenes capturadas por su polola, y no parecen ser fotos trucadas, sino el verídico testimonio de un Artista que da miedo, miedo de verdad, no como los artistas poseros que se van a europa y luego intentan sorprender con cuadros pintados con sangre infectada por el Sida o esculturas hechas con caca.

Luego menciona que por la acción de Valpo, los skinheads dejaron constancia en una comisaría y que esa performance apareció en la crónica roja del diario “La Estrella”. Los skinheads porteños lo tienen amenazado de muerte, pero parece que temerles.

Le pregunto porqué le tiene tanta fobia a los fascistas chilenos y responde que los chilenos son una raza inferior, pero lo dice sin odio, sólo con una melancolía distante y sigue fumando mirando el rostro del viejo con un hoyo en la garganta que ahora aparece en las cajetillas de los cigarros.

Le pregunto si es que no se siente chileno y se ríe. Me dice que los chilenos somos los judíos de Sudamérica y que mas que nada odia a los skinheads chilenos por que son ridículos y copiones, y que le parece una vergüenza que adoren a un huaso como Pinochet. Luego me hace una interpretación nazista de Nietzche que me absorbe la poca energía que me quedaba.

Le miento, le digo que tengo que irme y nos despedimos. Se queda sentado releyendo sus poemas, como si estuviera tratando de saber cuál era la impresión que me habían dado, como si se preguntara a sí mismo “Estoy loco o no” como “Lucas y Chaparrón” los personajes más delirantes de Chespirito .