Matías Fernández es el hombre de moda. Hace algunas semanas una institución decidió premiar a este cabro como la figura del año en materia deportiva, desplazando a las “rojitas”, las chicas que ganaron un campeonato de jockey en España (como dijo un imbécil). Este premio obviamente desató la furia de las féminas.
Este año “Matigol” debió salir como 20 veces en la portada de Las Ultimas Noticias y rápidamente el medio lo catalogó como un ídolo. La dictadura colocolina se hace notar en mi barrio, más que en otras latitudes santiaguinas, ya que desgraciadamente mi casa colinda con el estadio monumental. Los pendejos quieren ser “el mati” cuando arman las pichangas, la sucursal de la garra blanca le reza con sus argentinizados cantos hasta altas horas de la madrugada y un montón de hinchas, fans y hasta groupies esperan tener algo de él, en los entrenamientos del equipo albo.
Paso frente al entrenamiento y me encaramo a la reja para ver al nuevo ídolo. Matías Fernández tiene esa expresión infantil que solo la tienen los estúpidos o los santos. Es el único que parece concentrado en lo que esta haciendo, pese a que sabe que todos lo estamos mirando a él. A mi lado dos chicas de ropa muy rosada le gritan como si el mundo se fuera acabar, con esa histeria que recuerda un poco al festival de viña. Matigol no mira hacia donde estamos, tampoco lleva el pelo levantado con gel en exceso como sus compañeros (salvo Suaso) y es el único que aparenta no entusiasmarse con los 4x4, el reaguetón y las modelos de tv.
Es imposible acercarse al Mati, los periodistas deportivos se amontonan sobre él para que emita sus impresiones sobre la vida que se le viene: de ser un pendejo talentoso que pinta para crack, de aprontarse a ser campeón sudamericano, campeón de chile e irse a jugar al Villareal de España, un país que tiene un fútbol de verdad.
Casi se deprime Chile cuando perdieron ante Pachuca, pero el Mati salio campeón de Chile y partió al Villareal. Leo en los diarios que ahora le dice el Matiseductor y en la foto con una lola aparece tan cortado, tímido y tonto, como yo o cualquiera de mis amigos.
En ese mismo diario en un pequeño suplemento aparece una notita de Jarvis Coocker, sobre su nueva vida sin Pulp, una de las bandas íconos del brit pop noventero. Pienso que a este lo deberían poner en la portada. Pienso que este flaco es un ídolo. En la foto pixeleada aparece raquítico como siempre, con unos enormes anteojos que marcan la extrema miopía que dramáticamente lo esta dejando ciego. Jarvis se casó y estuvo harto tiempo en el anónimato cuidando a su guagua, seguramente limpiandole el poto, pero al parecer no pasó de moda. En algunas discos de Santiago, solía a encontrar a los clones de Jarvis, desparramando sus huesos en la pista de baile, coreando “Common People”, que viene a ser el equivalente británico de “El baile de los que sobran” y básicamente la canción es un himno de la clase media que relata como una cabra cuica quiere ser como la gente común e intenta vivir una vida como ellos pero en algun momento se da cuenta que es demasiado deprimente, o es el mismo Jarvis quien le dice que para ser común tiene que transar y eso no es cool, eso cree la que me tradujo la letra. Matías Fernández se parece tan poco a Jarvis, que resulta ridículo que esté en la portada tratando de engrupirse a una groupie. Jarvis Coocker se tiró de una escalera para impresionar a una mina y estuvo meses con los huesos rotos.
Matías Fernández soportó a la tropa de futbolistas decadentes que querían bendecirlo en un partido de baby fútbol para la Teletón. Jarvis Coocker no aguantó ver a Michael Jackson vestido de Jesús y rodeado de niños, en una performance para la ceremonia de una entrega de premios y se abalanzó contra Jackson y le chantó un combo en el hocico.
Me es imposible contactar a Matigol, creo que en unos días de va a España. Que le vaya bien.
Jarvis Cocker es mi amigo virtual en myspace, le mandé un correo pensando en que me lo iba a responder su secretaria. Sorpresa. Jarvis firma el correo desde París donde reside hace un buen tiempo. Me dice que no conoce a Matías Fernández y que hace mucho tiempo el fútbol dejó de interesarle. No cree que venga a Chile pero ganas no le faltan, aunque piensa que si en el Reino Unido nadie se acuerda de Pulp, menos se van a acordar en Chile. Le respondí de vuelta y le dije que no se hiciera el gil, que ya no somos los ingleses de Sudamérica y que no sólo vivimos de Matías Fernández, además no tenemos ídolos roqueros, los que hay son autoproclamados y graban discos con el Pollo Fuentes.
Jarvis no me ha vuelto a escribir.
Este año “Matigol” debió salir como 20 veces en la portada de Las Ultimas Noticias y rápidamente el medio lo catalogó como un ídolo. La dictadura colocolina se hace notar en mi barrio, más que en otras latitudes santiaguinas, ya que desgraciadamente mi casa colinda con el estadio monumental. Los pendejos quieren ser “el mati” cuando arman las pichangas, la sucursal de la garra blanca le reza con sus argentinizados cantos hasta altas horas de la madrugada y un montón de hinchas, fans y hasta groupies esperan tener algo de él, en los entrenamientos del equipo albo.
Paso frente al entrenamiento y me encaramo a la reja para ver al nuevo ídolo. Matías Fernández tiene esa expresión infantil que solo la tienen los estúpidos o los santos. Es el único que parece concentrado en lo que esta haciendo, pese a que sabe que todos lo estamos mirando a él. A mi lado dos chicas de ropa muy rosada le gritan como si el mundo se fuera acabar, con esa histeria que recuerda un poco al festival de viña. Matigol no mira hacia donde estamos, tampoco lleva el pelo levantado con gel en exceso como sus compañeros (salvo Suaso) y es el único que aparenta no entusiasmarse con los 4x4, el reaguetón y las modelos de tv.
Es imposible acercarse al Mati, los periodistas deportivos se amontonan sobre él para que emita sus impresiones sobre la vida que se le viene: de ser un pendejo talentoso que pinta para crack, de aprontarse a ser campeón sudamericano, campeón de chile e irse a jugar al Villareal de España, un país que tiene un fútbol de verdad.
Casi se deprime Chile cuando perdieron ante Pachuca, pero el Mati salio campeón de Chile y partió al Villareal. Leo en los diarios que ahora le dice el Matiseductor y en la foto con una lola aparece tan cortado, tímido y tonto, como yo o cualquiera de mis amigos.
En ese mismo diario en un pequeño suplemento aparece una notita de Jarvis Coocker, sobre su nueva vida sin Pulp, una de las bandas íconos del brit pop noventero. Pienso que a este lo deberían poner en la portada. Pienso que este flaco es un ídolo. En la foto pixeleada aparece raquítico como siempre, con unos enormes anteojos que marcan la extrema miopía que dramáticamente lo esta dejando ciego. Jarvis se casó y estuvo harto tiempo en el anónimato cuidando a su guagua, seguramente limpiandole el poto, pero al parecer no pasó de moda. En algunas discos de Santiago, solía a encontrar a los clones de Jarvis, desparramando sus huesos en la pista de baile, coreando “Common People”, que viene a ser el equivalente británico de “El baile de los que sobran” y básicamente la canción es un himno de la clase media que relata como una cabra cuica quiere ser como la gente común e intenta vivir una vida como ellos pero en algun momento se da cuenta que es demasiado deprimente, o es el mismo Jarvis quien le dice que para ser común tiene que transar y eso no es cool, eso cree la que me tradujo la letra. Matías Fernández se parece tan poco a Jarvis, que resulta ridículo que esté en la portada tratando de engrupirse a una groupie. Jarvis Coocker se tiró de una escalera para impresionar a una mina y estuvo meses con los huesos rotos.
Matías Fernández soportó a la tropa de futbolistas decadentes que querían bendecirlo en un partido de baby fútbol para la Teletón. Jarvis Coocker no aguantó ver a Michael Jackson vestido de Jesús y rodeado de niños, en una performance para la ceremonia de una entrega de premios y se abalanzó contra Jackson y le chantó un combo en el hocico.
Me es imposible contactar a Matigol, creo que en unos días de va a España. Que le vaya bien.
Jarvis Cocker es mi amigo virtual en myspace, le mandé un correo pensando en que me lo iba a responder su secretaria. Sorpresa. Jarvis firma el correo desde París donde reside hace un buen tiempo. Me dice que no conoce a Matías Fernández y que hace mucho tiempo el fútbol dejó de interesarle. No cree que venga a Chile pero ganas no le faltan, aunque piensa que si en el Reino Unido nadie se acuerda de Pulp, menos se van a acordar en Chile. Le respondí de vuelta y le dije que no se hiciera el gil, que ya no somos los ingleses de Sudamérica y que no sólo vivimos de Matías Fernández, además no tenemos ídolos roqueros, los que hay son autoproclamados y graban discos con el Pollo Fuentes.
Jarvis no me ha vuelto a escribir.