jueves, 9 de agosto de 2007

Cristian Fiebre: “Cualquier imbécil puede hacer canciones violentas”.




Escuchar las canciones de Cristián Fiebre es como leer el diario de vida de un Asesino en serie. Perfectamente puede convertirse uno de los principales sospechosos de los asesinatos de mujeres en Santa Teresa, en el libro 2666 de Roberto Bolaño, si se tiene en cuenta que el músico vagó errático en el norte de México entre 1999 y el año 2000. En sus temas desfilan psicópatas, asesinos de crónica roja, pedófilos, curas , prostitutas, travesties, masoquistas y sobre todo; las confesiones amorosas de un personaje que ama descuartizar rubias en sus ratos libres. Si se hace una película de este tipo ya sabemos que podemos contar con Alvaro Rudolphy.

Seguirle la pista de este músico de culto (para algunos) parece un rompecabezas de eso que arman los tiras ineptos de algunos trhiller psicológicos o algún bizarro road movie. Con un pasado Trash, se cuenta que su primer trabajo Viva la Virxen (1995) fue grabado gracias a una especie de trueque, ya que el músico, es también artista plástico y pintó todo el estudio de grabación “Tonhaus” como una especie de capilla sixtina. La carátula de esta placa traía en su interior una serie de fotografías de vaginas teñidas de un intenso rojo, conjugando el imaginario plástico y lírico de este artista. El estudio ya no existe, pero parte de la obra pictórica donde abundaban Peces se la repartieron entre el equipo técnico que trabajaba en el estudio.

“Viva la virxen” causó algo de repercusión mediática, algunos críticos se rindieron ante la prosa de Fiebre, y otras, como una reseña en la Revista Rock and Pop, la periodista despreciaba la composición del músico: “…y sentir la felicidad/ de quebrarle los platos/ de quebrarle los vidrios/ al café naturista del patio”, citaba la crítica encontrando la letra de mal gusto y aludiendo a que en el Café del Patio no atendían tan mal.

Escuchar este disco es conocer la faceta Under del Rock Chileno de los 90. Un referente noventero como Álvaro Henríquez, en ese entonces flaco, puede llegar a parecer un roquero colegial en materia de composición frente a al primer álbum, de Fiebre, donde parte reclamando que no quiere que lo sigan tratando como juguete ( A nadie), manifiesta que para ser feliz le gustaría tirarle una piedra a un paco justo en el ojo (Felicidad), proclama que le avergüenza ser chileno (Vergüenza) y hace gala de sus placeres sexuales más perversos (El objeto).

Luego vino Mujer Elefante (1998), un disco más maduro, que suena mejor y que escuchó el amigo del amigo del amigo de Gustavo Santaolalla; Sí el mismo famoso productor de Café Tacuva, Soda Stereo, el disco Corazones de Los Prisioneros y ganador de 2 oscar por la banda sonora de la película de los vaqueros gay y de Babel. Santaolalla quedó se declaro fan del chileno, decidió producir de nuevo el Mujer elefante y lo ficho en el sello Surco, con la esperanza de lanzarlo internacionalmente.

Con las maletas hechas, Fiebre partió a radicarse en México, donde el peak de su carrera se dio en el momento en que Santaolalla le pidió que participara en la banda sonora de “Amores Perros” de Alejandro González Iñarritu con el cover de “Lucha de Gigantes” de los españoles Nacha Pop. La canción se escucha al final del filme, cuando aparecen los créditos. Luego participo en el tributo a la película con la canción “Tienen el odio enjaulado”, donde comparte créditos con Café Tacuva, Julieta Venegas, Bersuit, Illya Kuriaky entre otros.

Luego vino el periodo que Fiebre llama “El descalabro Mexicano”. Los años en que la banda toco por México sin nunca alcanzar el éxito esperado, dilatando las relaciones entre los miembros, hasta que finalmente el sueño se termina el 2001 cuando algunos integrantes se vuelven a Chile y Fiebre se va a Mallorca, forma su familia y abandona su carrera musical, para trabajar en un terminal pesquero.

Entre el 2001 y el 2004 no se sabe nada de los pasos del chileno. El único nexo entre el músico y sus fans es el sitio web donde figura un mail de contacto. En Chile los discos descontinuados en todas las disquerías y pocos temas de Fiebre en los sitios de descarga de música en internet. Sus seguidores nos dedicamos a traspasarnos el material mano a mano, un amigo que trabajaba en una disquería tenía el Viva la virxen en cassete y el Mujer elefante original, el cuñado de una amiga fue ingeniero en el primer disco de Fiebre y me hizo una copia. Entre amigos nos hicimos fanáticos, comenzamos a enviarle correos al chileno para saber de sus andazas en el viejo continente, que responde después de semanas como un Ulises postmoderno.

El 2005 Fiebre anuncia una gira por Chile, escribe una especie de bitácora en su web donde afina los detalles de su vuelta al país natal, habla de nuevas canciones y vuelve a tomar una guitarra, mirando la playa donde José Donoso escribió “El Obseno pájaro de la noche “

El jueves 31 de Marzo de 2005 es el primer show de Fiebre en Chile, después de 7 años. Hay poca gente esperando en la Sala Scd del Mall Plaza Vespucio, los escasos fans tratamos de reconocernos, pero hay más críticos de rock con los brazos cruzados esperando el show. Un admirador gigante rompe un asiento, un padre llega con su hijo pre adolescente que tiene los disco originales en las manos y unas chicas se pelean los primero asientos. Algunos de los fanáticos de Fiebre no conocemos su cara y la ansiedad es mayor en la sala.

Se apagan las luces, salen los músicos a escena liderados por un moreno robusto con la cabeza afeitada, que dice: “Hola 50 personas” y les ordena a los músicos que afinen. El calvo dice ser Cristian Fiebre y yo dudo que aquel gordinflón sea el autor de canciones tan corrosivas. Comienzan los primeros acordes de “Morder la niña” y la voz entrañosa del músico retumba en la sala.

Fiebre toca frenético, toma la guitarra de una forma extraña, lo que me hace pensar que a la hora de pintar es igual de furioso. Invita a amigos al escenario, hace un recorrido por las canciones de sus placas, toca con desgano su lectura de “Lucha de Gigantes”y cuenta anécdotas de su nefasta estadía en el país azteca.

Presenta parte de un nuevo trabajo, algo que anuncia como “Esta Noche Salgo Yo”, la historia de un asesino en serie que sale a matar a mujeres en la noche. Canta una canción titulada “La Colina”, que se aleja de todo ese imaginario policial que tiñe de sangre sus creaciones y declara que esta cansado de hacer canciones violentas, que “cualquier imbécil puede hacer canciones violentas”.

Fiebre toca en un par de boliches, pero la visita no causa gran impacto mediático ni de publico. En algunos lugares incluso tiene problemas con los pagos y queda desilusionado de las condiciones con las que siguen tocando los músicos locales. Regresa a la madre Patria y vuelve a desaparecer sin dejar rastro.

Le escribo un mail a Cristián, que tarda un mes en responder. Le pregunto porque dijo que cualquier imbécil puede hacer canciones violentas y cuando va a salir el nuevo disco. Sobre el disco me dijo que iba a distribuir en Internet unas canciones grabadas en vivo y sobre la violencia me explicó:

“Acerca de la violencia... no creo que esto haya sido bien entendido, creo que el LENGUAJE violento para crear violencia, es de principiantes, (cómo me gustaría serlo para no estar tan conciente). El problema es de desgaste, cuando todos estos niñatos del hip hop con su RIMA CONSONANTE descubrieron el poder del lenguaje violento se acabó la magia. Aun creo en la violencia como condición única del objetivo artístico. Sólo que he de buscarla de otra manera.”

Es lo último que supe. Otra gente que le ha escrito no ha recibido respuestas suyas y un amigo creyó verlo en un café Starbucks del Barrio Alto. Fiebre desaparece del mapa y nos deja sus canciones raras con guitarras desequilibradas, interrupciones explosivas de saxo y letras de un cantante que no sabría si invitar a mi casa.