martes, 26 de junio de 2007

La Cobra




Miras como La Cobra prende otro cigarro con la colilla del que acaba de fumarse, la miras torcer su muñeca de una manera casi recta y acomodarse su melena casi inamovible. Desde que te la mostraron y que te dijeron que era la Kate Moss Chilena no has dejado de mirarla. La observas tratando de que no se note, mirando su cuerpo raquítico, las largas piernas. Las comparas con el resto y parece que estuviera vestida para una noche veraniega, mientras todos tiritan de frio y tú llevas 3 chalecos bajo el abrigo.

Piensas que La Cobra no tiene amigas, piensas que en realidad nadie la soporta y la dejan morirse de cáncer ahí en el living, como un mueble hermoso, que nadie quiere tocar.

A tú mamá le encantan las revistas donde aparece “La Cobra”. Tiene un montón apilada en el patio e incluso tu hermana chica a hecho collages con su rostro furioso. Publicidades de zapatos Gacel, de los bombones Vizio, de los jeams Ellus, de un puto perfume de mujer que no tienes idea como se llama o como modelo de diversas colecciones de ropa son las que inmortalizan el cuerpo de La Cobra, en las revistas de tu casa, las que sueles llevarte al baño.

A La Cobra no le interesa tu compañía, solo necesita alguien que le alcance el cenicero y le sirva más vodka o más jugo de naranja. A La Cobra le da lo mismo que Chile sea un país de pedófilos o que seas un tipo rudo en vez de un niño bueno, te mira directamente a los ojos, pero algo te dice que no te está viendo, que hay algo más allá.

La Cobra es de esas mujeres que tiene un manual para aprender como tratarlas. Un consejo de hombres te lleva a la cocina, te advierten, pero les dices que a las únicas mujeres que le tienes miedo son a las gitanas, sencillamente porque no sabes lo que están pensando cuando se te acercan. La Cobra sabe que están hablando de ella y se para, da una vuelta por la casa botando cenizas y vuelve a buscarte de un ala.

La Cobra no consume las drogas que conoces, te trata como un marciano y cada vez queda más desabrigada. Te advierte que a lo más que puedes aspirar es que te invite a su casa, te prepare un café con leche, y te de un trozo de algo dulce que le pudo haber preparado la nana; pero entrevistas no y menos de su padre.

Le caes mal, porque te crees artista y La Cobra odia a los que se creen artistas. La Cobra no se cree artista, pero es capaz de escribir el diario de La Cobra que son cartas testimoniales escritas desde los 14 años divididos en cuatro tomos de gruesos cuadernos universitarios y pintar los rostros de todos sus amantes. Te puede hablar de toda su obra como quien habla de su pasión por el tejido.

La gente baila alrededor de ustedes, gimiendo letras de reguetones. Definitivamente no le caes mal, pero tampoco le caes bien: te cuenta que se a teñido el pelo 41 veces de 22 colores distintos. Se a cortado el pelo 59 veces y a pasado por todo los looks. Fue punky, grunge, hip hopera, hardcore, esa guea indefinida que llama rude-girl, gótica, roquera, glam, artesa y ahora se define como post punk, aunque anda con un vestido que lo único que deja en claro es la prestancia de sus senos y sus piernas sobresaliendo de esa piel tan blanca y helada.

La Cobra ha tenido sexo con 14 hombres. De esos catorce reconoces a 8 fácilmente porque salen en la tele y uno de ellos está en la fiesta bailando como un tronco con su esposa. También te cuenta que tuvo sexo con una amiga, de puro aburrimiento y que no le gustó.

La Cobra te puede detallar toda su vida, pero no deja que le preguntes nada. Te sugere que dejes de creerte un personaje de Bolaño buscando un escritor desaparecido, buscando un escritor maldito o un asesino de mujeres en el desierto de Sonora, porque no lo vas a encontrar.

Insistes en mencionarle al viejo, ella te mira ya no como modelo, sino como actriz de cine enfurecida. Le preguntas si era cierto que bajaba a las caletas a buscar niños pobres, que luego los llevaba a una casa que tenia en el centro de Santiago, que los bañaba, los volvía a drogar y abusaba de ellos hasta el cansancio, y que luego los dejaba encerrados en esa casa. Entonces las palabras te empiezan a salir de la boca y no hay nadie que te haga callar. La Cobra te arroja vodka sobre la cara, te quiere pegar pero le tomas los brazos.

La Cobra se aferra tu cuerpo al borde de estrangularte y te muerde la cara, hasta manchar todo la alfombra con tu sangre.

lunes, 18 de junio de 2007

Asesíname.


Paseabas por unas disquerías de Florida cuando viste tu disco en una vitrina. La tienda estaba llena de carteles que promocionaban ofertas para el “día del Padre”, pensaste en tu viejo, si había escuchado tu álbum y se te ocurrió regalarle una copia, pero lo descartaste enseguida y compraste un disco para tu novia.

Llevabas una bolsa llena de cosas, pero adentro no iba ni un regalo para él. Si no te importaba ¿Por qué pensabas tanto en eso?, sabiendo que él no tenía idea de cuando era tu cumpleaños.

Pasaste casualmente por una armería y pensaste que lo mejor sería regalarle una pistola. Hace rato que viene amenazando con matarse, pero nadie quiere darse cuenta. A la prensa argentina le encanta poner todos sus escándalos en la sección de espectáculos, pese a que desea aparecer en la crónica roja.

Crees que los periodistas argentinos son unos estúpidos, pero al parecer todos los periodistas del mundo lo son. Nadie quiso escuchar bien la letra de su último hit, se convirtió en la canción favorita de los chicos que aman a modelos que los hacen pebres o a los fans de “resistiré”, pero ahí lo gritaba clarito: “Yo me quiero morir, no aguanto mas estar aquí” y repetía frases de Lennon como un zombi con insomnio.

Es difícil, lo sé. Las relaciones padre hijo siempre son extrañas. Como decía un periodista chileno, te pareces a él, como yo me parezco a mi papá y cómo tú al tuyo. Pero mi único conflicto de egos con mi viejo, aparte del complejo de Edipo, fue llamarme igual a él. Aparte nunca pude ser el futbolista que quería que fuse, pero cuando supo a mis 8 años que el fútbol no era lo mío, dejó de hincharme las pelotas y sólo se dispuso a quererme, a sufrir conmigo y aguantarme .

Ha sido bien jodido ser “el hijo dé”. Todas tus entrevistas giran en torno a su figura omnipotente. Pero en todas tus confesiones, lo disculpas; incluso cuando llamó a todas radioemisoras trasandinas para pedirles que no pasaran tus canciones. Lo perdonaste con un gesto mesiánico, como cristo redimiendo a maría magdalena, (… ¡que lance la primera piedra!) como si en realidad tú fueras el padre y él el pendejo que se manda todas las cagadas.

Vivir con él siempre a sido complicado, los fotógrafos y noteros haciendo guardia fuera de tu casa, cada ves que se manda un cagazo o se tira a una piscina desde el noveno piso. Tú le aguantas todo.

Lo miras componer canciones filosas, que duelen hasta al tararearlas. Susurrando a un micrófono, tocando el piano con los dedos deformados por la artrosis. Su pieza hecha mierda, la cama siempre sin hacer y un olor a funeral irrespirable. Pero es así como aprendiste a hacer canciones y también, como le enseñaste a él hacer buenas canciones. Es cierto, él puede ser un conchesumadre contigo, pero siempre recuerda cuando le sugeriste que dejara el progresivo guardado en el baúl de los recuerdos y que hiciera temas de una sola estampa, sin partes de más, y se paseó como un león enjaulado de la cama al living.

Nadie dijo que era fácil llevar la marca del padre, sobre todo llevarla al extremo. Los fotógrafos siempre te retratan como Su hijo, con los dedos doblados, las piernas cruzadas y el rostro perturbado frente a un piano.

A Sean Lennon le pasa casi lo mismo que a ti, pero el es libre porque un enfermo mental se encargó de eliminar a su papá. Sean se puede dar el lujo de usar los mismos anteojos de John si lo quiere, y nadie le dice nada, porque el bueno de John descansa en el cielo y nos dejó unas canciones hermosas. Sean canta reparecido a su viejo, pero todos sabemos que es el hijo amado, el que esta en el cd, canciones peligrosas, de amor, de traición. Es el pobre de Julian, el niño que hizo el dibujo de Lucy in the sky, el que está más cagado.

Fue difícil echarlo de la casa, sobre todo quedar con un tajo en tu rostro pecoso. Entras a su cuarto y aún sigue ese olor a muerto. Es terrible ser inmortal, estar cansado y no poder morir nunca, ¿porqué crees que los roqueros mueren a los 27?, sencillamente porque no aguantan más y tu viejo hace rato que quiere pasar a mejor vida.

No es casual, que tu disco se llame así. Tu papito siempre se está moviendo. Pones el último disco de Sean Lennon. Todos creemos en que va a venir una mujer a salvarnos de la muerte. Sin embargo el angelito de tu viejo se murió mucho antes que él. Debe ser terrible ser inmortal y no poder morirse nunca. En chile un poeta llamado Carlos de Rokha, se mató con la misma pistola con la que su papá Pablo se voló los sesos. Dejas el revólver sobre la cama sin hacer, y comienzas a matar el mito. Dejas una nota en un pos –it “Feliz día del padre, te desea su hijo.”

No me gustaría estar en tu pellejo, no cambio a mi papito por nada del mundo, ni siquiera por un genio del rock latinoamericano. Pero todos tenemos líos con nuestros padres, incluso los personajes de “Lost”. Pero a Lennon se lo pitiaron mucho antes de que se le acabara la voz y que hiciera una banda con los músicos del Negro Piñera.

lunes, 11 de junio de 2007

Vote por Arcade Fire en Shile http://www.petitiononline.com/mod_perl/petition-sign.cgi?ArcdFrCL

lunes, 4 de junio de 2007

Deje bajar antes de SUBIR.


a. Mi mamá dice que la línea cuatro del metro huele mal. Le comento que todas las líneas del metro de Santiago apestan, pero ella insiste en que esta, es lejos la más hedionda. Quizás es porque viajan más trabajadores en ella, obreros de la construcción que sudan más en su jornada, pero ella cree que no es olor a sobaco ni a suciedad, es olor a pobreza. Yo le pregunto si la pobreza tiene olor, si huele distinto a la riqueza. Me sugiere que viaje en línea 4 para comprobarlo, para sentir ese perfume pasoso, más intenso que el axe en spray; que no sale de la ropa, ni con el detergente más caro.

b. Nunca sé como entro al metro. Es cosa de ponerte detrás de la línea amarilla, como dice el tipo de chaqueta amarilla que siempre suda, y listo, ya estas adentro. Alguien te empuja, otro te toma de los brazos y te lanzan al interior.

Nunca se como entro a la micro, nos abalanzamos como animales a la puerta trasera, la abrimos a fuerza, alguien nos sujeta y los que van adentro nos miran feo porque no pasamos la bip en el validador.

c. La gente suele peliar. Siempre hay una señora que exige que le den un espacio y un tipo que le dice que no caben más. La señora siempre increpa al tipo y le dice que todos tenemos derecho de llegar al trabajo. La voz del chofer del metro siempre advierte sobre el cierre de las puertas y se queda detenido, en segundos que parecen una hora. Siempre hay alguien que obstaculiza el cierre de las puertas, una universitaria que se desmaya en brazos de un tipo de terno, una guagua que llora, un escolar que escucha regueton desde su celular, un tipo que discute con su novia por teléfono y todos se enteran de lo que hablan. Siempre hay alguien que te pregunta “¿va a bajar?”.

d. Todos se tocan. Hay gente que se enoja. Hay gente que coquetea a través del reflejo de la ventana. Hay gente que ya se conoce, que se saluda, que toma el mismo camino, que se da cuenta que son vecinos, que se gustan, que se tocan, que se repugnan, que pelean por un asiento.

e. Hay gente que no quiere salir. Piensas todas las mañanas que no quieres ir, vez pasar la cantidad de santiagueños amontonados, como el concurso de sábado gigante, donde la mayor cantidad de participantes debía meterse dentro de un fiat 600 y piensas en una excusa para faltar.

f. Odias Santiago. La verdad es que le temes a esta ciudad, a sus callejones. Dejas en el metro a la chica que quieres y piensas que la van a manosear en el transporte público, o que se va a desmayar. Luego te acuerdas en todos los rincones sombríos de la ciudad, que se parecen tanto al callejón donde se violaron a la Monica Belucci en Irreversible y te quieres morir. No debes ver tantas películas, pero tampoco ver las noticias, tampoco caminar de noche por el metro Universidad Católica, menos por un túnel lleno de excremento y grafitis cerca del Metro Santa Lucía.

g. Ya no sé en qué medio regresaré a casa. Me he quedo tirado en Vicuña Mackena, en días de la semana y no hay rastros de la 210. Un día llegué a casa gracias a una señora asustada que me llevó en taxi y me contó todas su historia. Otro día un tipo que sacó su auto para acarrear a los rezagados, me llevo por 500 pesos. Un día me fui en una micro verde por 400, donde un dúo folklórico invitaba a los pasajeros a cantar “Un largo tour” de Sol y Lluvia. Un día me fui en una cómoda van de turismo por 600 pesos.

h. Los que conducen estos vehículos piratas desprecian el Transantiago. Hablan con sus pasajeros sobre lo buenas que eras las micros amarillas que circulaban en la noche. Se hacen la América. Pero también se sienten una especie de Mesías nocturnos, que salvan a la clase trabajadora y los bohemios que se desocupan más tarde los días de la semana, que se entumecen esperando volver a casa. Ellos les dicen a sus amigos que saquen su auto y lo hagan taxi, ellos creen que es la única forma de superar la crisis del transporte, por último si viajan con el auto desocupado, que lleven a sus vecinos o a los colegas de la pega.