Miras como La Cobra prende otro cigarro con la colilla del que acaba de fumarse, la miras torcer su muñeca de una manera casi recta y acomodarse su melena casi inamovible. Desde que te la mostraron y que te dijeron que era la Kate Moss Chilena no has dejado de mirarla. La observas tratando de que no se note, mirando su cuerpo raquítico, las largas piernas. Las comparas con el resto y parece que estuviera vestida para una noche veraniega, mientras todos tiritan de frio y tú llevas 3 chalecos bajo el abrigo.
Piensas que La Cobra no tiene amigas, piensas que en realidad nadie la soporta y la dejan morirse de cáncer ahí en el living, como un mueble hermoso, que nadie quiere tocar.
A tú mamá le encantan las revistas donde aparece “La Cobra”. Tiene un montón apilada en el patio e incluso tu hermana chica a hecho collages con su rostro furioso. Publicidades de zapatos Gacel, de los bombones Vizio, de los jeams Ellus, de un puto perfume de mujer que no tienes idea como se llama o como modelo de diversas colecciones de ropa son las que inmortalizan el cuerpo de La Cobra, en las revistas de tu casa, las que sueles llevarte al baño.
A La Cobra no le interesa tu compañía, solo necesita alguien que le alcance el cenicero y le sirva más vodka o más jugo de naranja. A La Cobra le da lo mismo que Chile sea un país de pedófilos o que seas un tipo rudo en vez de un niño bueno, te mira directamente a los ojos, pero algo te dice que no te está viendo, que hay algo más allá.
La Cobra es de esas mujeres que tiene un manual para aprender como tratarlas. Un consejo de hombres te lleva a la cocina, te advierten, pero les dices que a las únicas mujeres que le tienes miedo son a las gitanas, sencillamente porque no sabes lo que están pensando cuando se te acercan. La Cobra sabe que están hablando de ella y se para, da una vuelta por la casa botando cenizas y vuelve a buscarte de un ala.
La Cobra no consume las drogas que conoces, te trata como un marciano y cada vez queda más desabrigada. Te advierte que a lo más que puedes aspirar es que te invite a su casa, te prepare un café con leche, y te de un trozo de algo dulce que le pudo haber preparado la nana; pero entrevistas no y menos de su padre.
Le caes mal, porque te crees artista y La Cobra odia a los que se creen artistas. La Cobra no se cree artista, pero es capaz de escribir el diario de La Cobra que son cartas testimoniales escritas desde los 14 años divididos en cuatro tomos de gruesos cuadernos universitarios y pintar los rostros de todos sus amantes. Te puede hablar de toda su obra como quien habla de su pasión por el tejido.
La gente baila alrededor de ustedes, gimiendo letras de reguetones. Definitivamente no le caes mal, pero tampoco le caes bien: te cuenta que se a teñido el pelo 41 veces de 22 colores distintos. Se a cortado el pelo 59 veces y a pasado por todo los looks. Fue punky, grunge, hip hopera, hardcore, esa guea indefinida que llama rude-girl, gótica, roquera, glam, artesa y ahora se define como post punk, aunque anda con un vestido que lo único que deja en claro es la prestancia de sus senos y sus piernas sobresaliendo de esa piel tan blanca y helada.
La Cobra ha tenido sexo con 14 hombres. De esos catorce reconoces a 8 fácilmente porque salen en la tele y uno de ellos está en la fiesta bailando como un tronco con su esposa. También te cuenta que tuvo sexo con una amiga, de puro aburrimiento y que no le gustó.
La Cobra te puede detallar toda su vida, pero no deja que le preguntes nada. Te sugere que dejes de creerte un personaje de Bolaño buscando un escritor desaparecido, buscando un escritor maldito o un asesino de mujeres en el desierto de Sonora, porque no lo vas a encontrar.
Insistes en mencionarle al viejo, ella te mira ya no como modelo, sino como actriz de cine enfurecida. Le preguntas si era cierto que bajaba a las caletas a buscar niños pobres, que luego los llevaba a una casa que tenia en el centro de Santiago, que los bañaba, los volvía a drogar y abusaba de ellos hasta el cansancio, y que luego los dejaba encerrados en esa casa. Entonces las palabras te empiezan a salir de la boca y no hay nadie que te haga callar. La Cobra te arroja vodka sobre la cara, te quiere pegar pero le tomas los brazos.
La Cobra se aferra tu cuerpo al borde de estrangularte y te muerde la cara, hasta manchar todo la alfombra con tu sangre.