Odio ese invento pelotudo que se llama Facebook. Lo odio porque te conecta con gente que aún no estas preparada para reencontrarte, por que quiere doblarle la mano al destino, pero al final te das cuenta que fuiste tonta, que eso no se hace, porque con el pasado no se juega. Lo entendí cuando yo la muy gueona, puse las letras de tu nombre en ese casillero del infierno, y me apareció tu foto, y te solicité que fueras mi “Amigo” cuando nunca nosotros fuimos de esos “amigos”. Porque desde el principio fuiste clarito en todo conmigo, como un viejo chico, y me advertiste que jamás serías mi amigo.
Me llevé dos semanas revisando si te dignabas a aceptarme para entrar en tu presente, sin embrago estaba como tonta pegada al pc desetiquetandome de fotos horribles que suben mis amigas para poder cagarme de alguna manera. Cuando ya me ponía paranoica pensando si finalmente habías decidido mandarme al olvido, o que simplemente te diste cuenta antes que yo, que el Facebook era pelotudo y habías decidido no entrar más a aquel sitio del demonio, aparece en mi “muro” un comentario tuyo, con esas palabras mínimas con las que solías hablarme y me dejas un mensaje que me dejó helada, confundida y con ganas de llorar.
“WWAAA cuanto tiempo, ¡te casaste!, ¿tienes un hijo?”. Eso fue lo que me escribiste y me partiste el corazón con esa mariconada. Pero no fue esa escueta estupidez que me dejaste posteado después de años sin saber de ti lo que me mató, si no meterme en tu perfil y ver que tu vida era de lo más feliz, y que gozabas junto a tu novia de viajes y carretes juveniles a los que yo ya no asisto, por estar cuidando mi guagua o porque sencillamente ya no me dan ganas. Entonces pensé que mi vida era un mierda revisando aquel perfil que viste: fotos mías con el Roberto en asados familiares en la casa de mi suegra, fotos de mi veraneo del 2006 en Zapallar con guata de embarazada o fotos del Bautizo de la Ignacia.
Por más que revisé las estupideces de tu perfil no encontré a Cortázar por ninguna parte, tu escritor favorito, ese que decía que “los encuentros casuales no tenían nada de casual”, frase con la que me engrupiste cuando nos conocimos en un paradero y que hablaba del libro hermoso y caro que finalmente te regalé, que nos gustaba tanto y que solías leerme antes de dormir siesta en el parque que quedaba atrás de mi casa ¿te acuerdas?.
Facebook es lo menos casual que existe y ahora lo entiendo. Supongo que lo ideal para ti, era que nos hubiéramos reencontrado en Paris, ya mayores, de unos cuarenta años, con una vida hecha y desecha. Romántico no, pero yo la muy babosa, pensaba que no te iba importar que estuviera casada a los 25 años con un Ingeniero Químico, con una hija de 3 y viviendo en el Sur haciendo clases en un Colegio lleno de cabros piojentos.
Llegué hasta soñar con el día de nuestra supuesta junta, como lo hacen todos los que se encuentran en Facebook, siendo esa la mejor gracia creo yo de este invento ñoño. Yo viajaría a Santiago solo para verte, me irías a buscar al Terminal para irnos a un café para hablar largo y tendido de nuestras vidas, de mi hija, de tus novias y finalmente nos iríamos a un Bar para tomar cerveza. Luego pediríamos vino para que te bajara el amor y descubrieras que no me querías dejar ir esta vez y me hubieses prometido que dejarías tu polola y tus estudios, para irte conmigo y mi hija a un lugar mejor, tomando un taxi a un motel para pasar la noche, recuperando el tiempo perdido literalmente.
Mala idea, porque aún eres un pendejo egoísta y maricón, eso que lo sepan los copuchentos de tus 213 amigos. No debí haberte buscado en Facebook y no debiste haberme vuelto a romper el corazón. Las perdiste todas conmigo, la cagaste gueon, ahora si te encuentro en Francia en el ocaso de nuestras vidas, te juro que me voy a esconder.
Me llevé dos semanas revisando si te dignabas a aceptarme para entrar en tu presente, sin embrago estaba como tonta pegada al pc desetiquetandome de fotos horribles que suben mis amigas para poder cagarme de alguna manera. Cuando ya me ponía paranoica pensando si finalmente habías decidido mandarme al olvido, o que simplemente te diste cuenta antes que yo, que el Facebook era pelotudo y habías decidido no entrar más a aquel sitio del demonio, aparece en mi “muro” un comentario tuyo, con esas palabras mínimas con las que solías hablarme y me dejas un mensaje que me dejó helada, confundida y con ganas de llorar.
“WWAAA cuanto tiempo, ¡te casaste!, ¿tienes un hijo?”. Eso fue lo que me escribiste y me partiste el corazón con esa mariconada. Pero no fue esa escueta estupidez que me dejaste posteado después de años sin saber de ti lo que me mató, si no meterme en tu perfil y ver que tu vida era de lo más feliz, y que gozabas junto a tu novia de viajes y carretes juveniles a los que yo ya no asisto, por estar cuidando mi guagua o porque sencillamente ya no me dan ganas. Entonces pensé que mi vida era un mierda revisando aquel perfil que viste: fotos mías con el Roberto en asados familiares en la casa de mi suegra, fotos de mi veraneo del 2006 en Zapallar con guata de embarazada o fotos del Bautizo de la Ignacia.
Por más que revisé las estupideces de tu perfil no encontré a Cortázar por ninguna parte, tu escritor favorito, ese que decía que “los encuentros casuales no tenían nada de casual”, frase con la que me engrupiste cuando nos conocimos en un paradero y que hablaba del libro hermoso y caro que finalmente te regalé, que nos gustaba tanto y que solías leerme antes de dormir siesta en el parque que quedaba atrás de mi casa ¿te acuerdas?.
Facebook es lo menos casual que existe y ahora lo entiendo. Supongo que lo ideal para ti, era que nos hubiéramos reencontrado en Paris, ya mayores, de unos cuarenta años, con una vida hecha y desecha. Romántico no, pero yo la muy babosa, pensaba que no te iba importar que estuviera casada a los 25 años con un Ingeniero Químico, con una hija de 3 y viviendo en el Sur haciendo clases en un Colegio lleno de cabros piojentos.
Llegué hasta soñar con el día de nuestra supuesta junta, como lo hacen todos los que se encuentran en Facebook, siendo esa la mejor gracia creo yo de este invento ñoño. Yo viajaría a Santiago solo para verte, me irías a buscar al Terminal para irnos a un café para hablar largo y tendido de nuestras vidas, de mi hija, de tus novias y finalmente nos iríamos a un Bar para tomar cerveza. Luego pediríamos vino para que te bajara el amor y descubrieras que no me querías dejar ir esta vez y me hubieses prometido que dejarías tu polola y tus estudios, para irte conmigo y mi hija a un lugar mejor, tomando un taxi a un motel para pasar la noche, recuperando el tiempo perdido literalmente.
Mala idea, porque aún eres un pendejo egoísta y maricón, eso que lo sepan los copuchentos de tus 213 amigos. No debí haberte buscado en Facebook y no debiste haberme vuelto a romper el corazón. Las perdiste todas conmigo, la cagaste gueon, ahora si te encuentro en Francia en el ocaso de nuestras vidas, te juro que me voy a esconder.